jueves, 29 de abril de 2010

Lisboa





Saudade es nostalgia, es lo que perdiste, lo que te falta...o algo así. Recuerdo su rostro, el sentimiento que sus palabras me produjo. Recuerdo la música que nos abrazaba, esos cantos que llenaban el alma de tristeza y, a la vez, del gozo que produce la contemplación de la belleza. La poca luz del lugar servía para crear sombras tras las cuales esconderse mientras se cantaban las Saudades. Qué es saudade, preguntamos y lamento tanto no recordar las palabras precisas...

Lisboa nos recibió con lluvia, frío y café. Estaba ahí, frente a nosotras, no hablaba español ni inglés pero creo que le entendimos. Las calles empapadas y llenas de ondas blanquinegras indicaban el camino al mar. Sólo había que seguir el correr del agua hasta que los mosaicos terminaran por volverse azules.

Los recuerdos de aquel viaje, como tantas otras memorias, son un torbellino de colores, sonidos y sensaciones. Recuerdo los olores del vino: chocolate, café, madera, fresa; el sabor seco al final de la garganta; la lluvia incesante y luego, por fin, el sol. Los días en Portugal fueron un despertar en muchos sentidos pero, como suele pasar conmigo, son las noches las que terminan por dejar huella.

Las noches de Lisboa están plagadas de hadas verdes que dejan estelas traslúcidas al revolotear sobre tu cabeza. Si se pone suficiente atención, puede escucharseles murmurando al oído sobre amores perdidos mientras se canta Fado. Su voz y la música son lo que provoca ese vacío en el alma que sólo el vino tinto puede calmar. Danzan sobre el fuego y sobre la espuma del mar. Se deslizan riendo por las calles empinadas. Cuando se cansan de jugar, se esconden entre el cabello y el cuello de las mujeres para aspirar su perfume y beber de la humedad que perla la delicada piel.

No entiendo cómo se puede extrañar lo que se tuvo por tan poco tiempo. Yo extraño Lisboa. Extraño a Claudia y a Mónica. Extraño Madrid....y si pienso en eso me lleno de miedo porque también recuerdo el vacío que produce extrañarte a ti. Regresemos a Lisboa, tú y yo. Caminemos sobre sus calles, tomemos el tren a Estoril, salgamos a escuchar Fado, caminemos descalzos en el otro lado del mundo, juntos. Te propongo regresar a matar las saudades, aunque sé que las saudades no mueren, sólo se reemplazan.

Ich liebe dich...

V.




viernes, 16 de abril de 2010

Amigos y extraños con derechos

Soliloquio (y que me perdone Elizenda si termina siendo monólogo).

La verdad yo tampoco entiendo a las mujeres. Ni a los hombres, for that matter. A lo mejor el error radica en querer entender a un género completo cuando soy incapaz de entenderme sola. Pero ese no es el punto. La cosa es: ¿por qué es tan difícil tener una "relación" divertida, puramente física y sin miras al futuro?

Toda la semana le he dado vueltas y sólo tengo más preguntas que respuestas. ¿Por qué a las mujeres nos cuesta tanto aceptar que a veces sólo queremos pasar bien la noche? No sólo aceptarlo ante el chico que se acercó a nosotras sino internamente. ¿O en serio siempre andan buscando "tener novio", que les marquen al día siguiente, que las inviten a la comida familiar, casarse, tener hijos una camioneta y un perro? Por otro lado, ¿por qué a los hombres les cuesta tanto aceptar que a veces sólo quieren pasarla bien? No sólo aceptarlo para si mismos y su grupo de amigos, sino decírselo a la chica a la que le están invitando una cerveza. Finalmente, cuando uno es simple espectador, ¿qué nos importa si se conocen o no, si es el tercer ligue que la chava se echa en el mes, si la chica del brazo de nuestro amigo no cumple con los canones impuestos por el 90-60-90? Con nuestros juicios y comentarios los espectadores sólo jodemos más la situación.

En un mundo ideal (ideal según yo, claro está) las cosas serían un poco más simples. Todo se resumiría en que dos extraños se encuentran en el mismo lugar al mismo tiempo, uno se acerca al otro y después de una breve plática las intenciones se muestran: "Me gustas. ¿Quisieras intentar algo por hoy?" y la respuesta :"Sí", "No", "Estoy buscando algo más duradero". Todos de acuerdo, todo claro, sin tener que fingir que te importa a qué se dedica el otro, cuántos años tiene, si tiene correo electrónico o número telefónico. Nos evitaríamos el incómodo "Yo te llamo", que nunca llega o bien estar marcando a un número que no existe. Nos ahorraríamos tanto tiempo gastado en "Y ahora cómo me l@ quito de encima?" "Ash! ¿otra vez él/ella? " etc.

Si esto es difícil entre extraños, entre amigos puede ser la muerte. Hace poco alguien cercano escribía que el problema de los frees es que siempre hay un pendej@ que se enamora. Tiene toda la razón. Uno nunca debe aceptar una "relación de amigos con derechos" como la única forma de estar con la persona deseada. Igualmente no hay que asumir que el otro se va a poner raro al día siguiente de haber terminado besándose en plena borrachera. Si asumes que "las cosas van a cambiar" o que ya "le diste en la torre a la amistad" por tener contacto físico, el que se empieza a poner raro eres tú y ¿cómo esperas que reaccione el otro? Raro, of course. "A kiss is just a kiss" y al día siguiente tan cuates como siempre. Todos le tenemos miedo a despertar y encontrarse con la pregunta "¿Y entonces qué somos?". ¿Qué somos? Somos lo mismo que eramos ayer y si creías que terminar en mis brazos iba a cambiar la situación estabas en un error.

Conforme más lo pienso más me acuerdo de Brave New World [Aldous Huxley]. En la distopía de Huxley "Todos son propiedad de todos" y está bien visto salir con quien sea, sólo por placer. Aunque esto suena maravilloso, a diferencia de la novela yo creo que el amor no debe quedar de lado ni mal visto. Lo que sí envidio es la naturalidad con que los personajes se permiten intercambios placenteros. "Voy a salir con tal" dice Lenina y nadie contesta "¿y qué son tú y él?" o "Date a respetar y dile que o pone en claro qué quiere contigo o se acabó". (Claro que recuerdo que después le recriminan haber salido constantemente con la misma persona, pero creo haber aclarado que esa es la parte en la que ya no admiro a los personajes. Se van de un extremo al otro).

Si hombres y mujeres fueramos más honestos, tanto con nosotros como con los demás, las icosas serían más sencillas. No dejarían de ser complejas, porque hay un millón de factores que tomar en cuenta: si sales de un lugar con un desconocido rumbo a no-sé-dónde, si te subes al coche de un extraño, si no vas preparado y te vale usar condón, si terminas con un psicópata...etc. Pero al menos al menos habría menos cosas de las que preocuparse.

Yo, como siempre, no sé nada de nada. Sólo escribo lo que pienso a fin de exorcizar estas ideas que luego hacen que no tome la salida adecuada en el periférico o que ataque a todos mis amigos con preguntas parecidas. Sólo creo que deberíamos ser más cínicos, más libres. Creo que deberíamos evitar decirle zorra a la chica que se atreve a tener un "amigo o un extraño con derechos". Creo que debemos aceptar que el placer es sólo eso y nada tiene que ver con los sentimientos y el amor. Creo también estos dos era un duo malísimo, pero ah cómo me gusta esta canción:




jueves, 8 de abril de 2010

Tarde gris

Las calles mojadas tocan un concierto para mi. La sinfonía del caos urbano me tranquiliza mientras pierdo la mirada en la ventana. ¿Qué haces? ¿A dónde te diriges? ¿Será que de vez en cuándo te acuerdas de mi?

Abajo hay un mar verde sobre el cual caminar pero no hay quien me acompañe en la aventura. Aquí me veo, envuelta en gris. Quisiera teñir el espacio con rojos y azules pero sola no puedo, y tú no vas a querer ayudarme. En este espacio me siento segura, tranquila...aburrida. Me pregunto tantas cosas en este momento y quisiera escribirlas todas, librarme de ellas a través del teclado, pero hay cosas que es mejor callar. Hay colores con los que es mejor ni siquiera fantasear y gritos que deben mantenerse guardados en el pecho. Creo que lo que más me conviene es ocupar mi mente en otras cosas, como cuando era pequeña: 7 x 1 = 7, 7 x 2= 14, 7 x 3= 21...

El sol apuñala las nubes y pinta todo con matices nuevos, más brillantes. El torbellino que comenzaba a formarse a mis espaldas deja de hacer ruido. Creo que este día también lograré sobrevivir. Mañana por la noche vuelve a quedar la cuenta en ceros, como cada semana. Al menos tenemos eso. Al menos la luz entra ya por la ventana. Al menos la tarde se acaba y a cada instante me siento menos gris.

Apresurate amado manto negro a cubrirme. Bajo la luz de las farolas y sobre su reflejo en la calle seré más libre. Me lastiman los bordes de tanto deseo reprimido. Deseo correr, escapar, jugar y reír con alguien, aunque en el proceso nos hagamos mutuamente daño. Me duelen las ganas contenidas de volar. Tranquila ya niña, la tarde y su pesada calma terminan. La noche nunca es gris y no tarda en llegar. Pintaré todo de rojo brillante y azul eléctrico. No me importa que nadie vea lo que yo veo o sienta lo que siento. Sólo hay un pequeño pensamiento que me causa cierto temor:

I'm still the only wicked one.

V.

miércoles, 7 de abril de 2010

Parte II

Bueno, fueron más de 7 días. Tampoco creo que importe.

V.

Bajo del auto y me dirijo al cuarto que acabo de pagar. Envuelto en la chamarra llevo mi poco equipaje. Tiendo tu vestido sobre la cama para poder contemplarlo. Lo único que puedo sentir es una rabia incontrolable. Caigo de rodillas frente a la cama y comienzo a sentir el líquido caliente corriendo por mis mejillas. No entiendo. De alguna manera termino recostado sobre la cama sin quitar la vista de la prenda. Tú prometiste un final diferente. Sonrío con amargura y te doy la espalda. Tú prometiste tantas cosas y cumpliste tan pocas.


Marqué el teléfono de la tarjeta mientras la cerveza y la risa se mantenían arriba. Mis siempre intoxicados amigos habían sugerido que enviara un mensaje de texto al número que temblaba en mis manos. Les había contado todo de la mujer con la que había soñado. La misma que había dejado el número telefónico con la mesera, quien me lo entregó al momento de pedir la cuenta. No conocía tu nombre, dirección o profesión. ¿Qué se suponía que escribiera? ¿”Hola, soy el chico del café de ayer por la mañana”? ¿Y luego qué? Julia, la siempre ocurrente Julia, sugirió: “Sólo escribe: Mañana a las 19:00 en el mismo lugar”. No me convenció pero no tenía más idea de qué hacer, así que eso fue lo que escribí. “No va a contestar” le dije a mi amiga. Ella recargó la cabeza en el respaldo del sillón mientras figuras de humo salían de su boca. “Just go with the flow” dijo, y me acarició la pierna. Acto seguido fijó sus ojos en los míos. “Sólo déjate ir” sentenció en español, ésta vez más como un súplica que como un consejo.


Entré al café sintiendo un vacío en el estómago. Efectivamente, no habías contestado, pero Julia dijo que no tenía nada que perder viniendo. “¿Nada qué perder?” pensaba mientras buscaba tu rostro entre la gente “¿y qué de la sensación de miedo, el temor al rechazo y el dinero que voy a pagar por el café?”. “Hola” dijiste cuando estaba de espaldas. “Hola”….silencio incómodo. No sabía si preguntar tu nombre, soltar el mío o decir algo más. Finalmente me ganaron las aprendidas reglas sociales y pregunté si querías tomar algo. Por respuesta sólo me tomaste la mano y dijiste “Ven”. No sé porqué pero te seguí. No hice ninguna pregunta cuándo unas luces me indicaron cuál era tu auto ni cuando te subiste al lugar del conductor. Me quedé torpemente parado, esperando no-sé-qué, hasta que abriste la puerta y dijiste con tono de desesperación “Sube”. Fue hasta que salimos a la avenida que pregunté. “¿A dónde vamos?”. Sonreíste y tuve miedo. ¿Qué demonios hacía en un coche a toda velocidad con una perfecta extraña? Me interrumpiste preguntando si traía dinero. ¿Dinero? ¿Esto es un asalto, uno de esos secuestros express? Pero qué tonto, lo que uno termina arriesgándose por una mujer bonita. Titubeé y dije que sólo un poco mientras calculaba mis posibilidades de escapar. “¿Cuánto?” empezabas a decir cuando te interrumpí con la voz alterada. “¿Me puedes explicar qué está pasando?” Por primera vez reíste y algo en tu risa me tranquilizó. “No te preocupes, ya casi llegamos” y el tono que usaste me devolvió al estado de nerviosismo anterior.


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