jueves, 18 de marzo de 2010

Parte 1

Yo sueño. Sueño despierta y dormida; a color y en escala de grises; vívida e insípidamente. Las siguientes entregas del blog son un intento de acallar un sueño repetitivo que se me presenta por las noches y con el que jugueteo de día. No sé cuántas entregas resultaran de él. Lo que sí sé es que esta es la primera parte y que habrá, al menos, una segunda antes de que se cumplan 7 días.

V.

Voy cortando la obscuridad de la carretera a 180 kmph. La luz de los faros acaricia el pavimento justo antes de verlo desaparecer. Me mantengo aferrado al volante mientras que el radio escupe punk y gritos. Llevo alrededor de 4 horas manejando y comienza a preocuparme la gasolina. No sé si encontraré algún lugar abierto, pero supongo que sí, finalmente he visto algunos trailers en el camino. Una voz interna me grita que deje de huir. No planeo hacerle caso. En la guantera tengo pasaporte, visa y dinero. La cajuela esconde algo de ropa, una chamarra, un arma y tu vestido. Esto es todo lo que tengo. En realidad no sé a donde me dirijo, tomé camino al norte, pero no sé si cruzaré la frontera; probablemente no.

Un pensamiento me ataca constantemente: “¿De qué huyes?”. No he cometido más crimen que robar una prenda de vestir. Dudo que alguien note su ausencia. ¿Escapo entonces de la culpa autoimpuesta? ¿De tu esposo y sus bien fundamentados celos? ¿De sus deseos de venganza? ¿Del fantasma de tu recuerdo? Pienso en ti y siento como crece el dolor. La imagen de tu sonrisa y la memoria de tu cabello desbordándose sobre la almohada provocan que rechine los dientes y cierre los puños con más fuerza. Te odio porque te amo, o debería decir, te amé.

La mañana que te conocí pudo ser cualquier otra. El perfume de la lluvia impregnaba el aire pero la tierra se mantenía aún seca. Yo leía El País con esos aires de intelectualidad universitaria que te atraían tanto como te desesperaban. No estaba poniendo atención a mi lectura. Todos mis sentidos estaban dirigidos a ti desde el momento en que capté tu esencia. Primero el olor a flores embotelladas, luego el clack-clack de tus tacones. Levanté la vista y quedé encantado de tu figura. Me dirigiste una sonrisa coqueta mientras tomabas asiento. "Eso es una invitación" me convencí. Segundos después noté que venías acompañada de él. Maldita mi suerte. Semejante hechicera debería aparecerse en mi camino sin pareja. Regresé a mi lectura deseando comprobar con mis manos si tu piel era de seda.


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