miércoles, 10 de marzo de 2010

Madera

“Hueles a madera” te dije, pues las palabras que conozco me parecieron poco para explicarte de forma breve la sensación que tu aroma me produce. La verdad es que no hueles a madera. Hueles a lo que huelen las tardes soleadas de cuando muere el invierno. Hueles al café que siempre se me antoja, pero nunca tomo, por las tardes. Hueles a la sensación aterciopelada que tiene tu piel, al color rojizo que quisiera robar de tus labios.

A veces fantaseo con quedarme con algo de tu esencia en un respiro. Inhalo y pienso en la ligera comezón que me produce el sol sobre la espalda desnuda. Imagino al sol ahogándose en el mar y tiñendo el agua de sangre. Tu aroma también evoca bailar toda la noche en algún lugar del trópico: la obscuridad matizando facciones, el sudor cubriéndolo todo, los cuerpos rozándose apenas siguiendo un ritmo cadencioso. Hueles a rabia, arrebato y deseo.

Toda esta explicación termina siendo una respuesta compleja a una pregunta sencilla. Lo resumí todo, torpemente, en que hueles a madera. Debí imaginar que preguntarías entonces a qué huele la madera. Termino ahora lo que no supe decir entonces: la madera huele a calor, protección y a la promesa de fuego abrasador. La madera huele a ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nice brief and this post helped me alot in my college assignement. Thanks you as your information.