jueves, 8 de abril de 2010

Tarde gris

Las calles mojadas tocan un concierto para mi. La sinfonía del caos urbano me tranquiliza mientras pierdo la mirada en la ventana. ¿Qué haces? ¿A dónde te diriges? ¿Será que de vez en cuándo te acuerdas de mi?

Abajo hay un mar verde sobre el cual caminar pero no hay quien me acompañe en la aventura. Aquí me veo, envuelta en gris. Quisiera teñir el espacio con rojos y azules pero sola no puedo, y tú no vas a querer ayudarme. En este espacio me siento segura, tranquila...aburrida. Me pregunto tantas cosas en este momento y quisiera escribirlas todas, librarme de ellas a través del teclado, pero hay cosas que es mejor callar. Hay colores con los que es mejor ni siquiera fantasear y gritos que deben mantenerse guardados en el pecho. Creo que lo que más me conviene es ocupar mi mente en otras cosas, como cuando era pequeña: 7 x 1 = 7, 7 x 2= 14, 7 x 3= 21...

El sol apuñala las nubes y pinta todo con matices nuevos, más brillantes. El torbellino que comenzaba a formarse a mis espaldas deja de hacer ruido. Creo que este día también lograré sobrevivir. Mañana por la noche vuelve a quedar la cuenta en ceros, como cada semana. Al menos tenemos eso. Al menos la luz entra ya por la ventana. Al menos la tarde se acaba y a cada instante me siento menos gris.

Apresurate amado manto negro a cubrirme. Bajo la luz de las farolas y sobre su reflejo en la calle seré más libre. Me lastiman los bordes de tanto deseo reprimido. Deseo correr, escapar, jugar y reír con alguien, aunque en el proceso nos hagamos mutuamente daño. Me duelen las ganas contenidas de volar. Tranquila ya niña, la tarde y su pesada calma terminan. La noche nunca es gris y no tarda en llegar. Pintaré todo de rojo brillante y azul eléctrico. No me importa que nadie vea lo que yo veo o sienta lo que siento. Sólo hay un pequeño pensamiento que me causa cierto temor:

I'm still the only wicked one.

V.

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